sábado, 10 de septiembre de 2011

EL BUENO, EL MALO Y EL RARO (THE GOOD, THE BAD, THE WEIRD)



Es innegable que el cine oriental está acaparando la atención de todo el mundo cinematográfico en los últimos años. Trae consigo una variedad y una calidad en su producto que hace sentir vergüenza ajena por la creación europea y norteamericana (esta última por su evidente falta de ideas nuevas). El talento escondido por el cerrajón cultural de lustros, está ahora floreciendo y mostrándose en todo su esplendor.

Y entre todas ellas, la producción en Corea del Sur se lleva el mayor de los elogios del que aquí suscribe. Da igual que se trate de un drama, de un film de terror o de una película de acción a la antigua usanza. En este país han surgido durante los últimos quince años una serie de cineastas que no han hecho otra cosa que empalmar películas de una calidad excelente. Si, obviamente ha habido altibajos, pero los Park Chan-wook, Kim Ki-duk o Kim Ji-woon siempre han estado a la altura de las expectativas.

Y es sobre una película de este último de lo que vamos a hablar hoy. Concretamente de una filmina que me ha hecho recordar que el cine de aventuras todavía existe;  que es posible ver una trama que va como un tiro, sin respiro alguno pero sin atropellos en el guión; qué disparos, persecuciones, explosiones,…, no tienen por que ser antónimos de buena película. En definitiva: sentí la misma sensación que tuve de chiquito cuando visionaba las películas de ese canalla llamado Indiana Jones.

  
The good, the bad, the weird (2008) es el “pequeño” homenaje de Kim Ji-woon a todo ese subgénero llamado spaguetti western, y (aunque resulte obvio) concretamente, a esa pequeña joya llamada el bueno, el feo y el malo. Todos los clichés de aquellas películas aparecen aquí, aunque hay que salvar las distancias. De Almería volamos a Manchuría. En vez de jinetes pálidos, nos encontramos con ladrones del desierto, ejércitos varios y asesinos a sueldo que reparten más estopa que Bruce Lee. Y no nos engañemos: ¿cómo no va a molar ver a cien chinos vestidos de cowboy dándose de hostias?. Es inmejorable.

Todo comienza de la siguiente manera. Un terrateniente chino envía al mejor de sus esbirros (un chino chungo de cojones) a robar un maletín con un mapa a un tren. Mapa que el mismo había mandado guardar bajo siete llaves a los dueños del propio tren. ¿Nos suena la historia, verdad?.

Pero como siempre, todo el plan se va al carajo por culpa de un gañan de primera fila. Un ladrón de poco monta se adelanta el gran atraco llevándose consigo el contenido del maletín, sin saber realmente que es lo que tiene entre manos.


Por si eran pocos, en mitad de todo el ajetreo del asalto al caballo de hierro, aparece una caza recompensas con la aviesa intención de capturar al chino chungo para cobrar un pastizal.

Y…, ya está el lío armado!. Unos perseguirán a otros y viceversa, para conocer el verdadero secreto que esconde el mapa. No hace falta decir que el botín cambiará de manos varias veces durante todo el metraje, y que finalmente, como buen spaghetti western que es, tendremos un final de alto voltaje entre nuestros tres amigos.


Los tres protas están al nivel de las expectativas. Podría ser que el caza recompensas sea la figura más forzada de todo el film. Y es que es muy jodido llegar al nivel del mítico personaje que en su día creo el tito Clint Eastwood. Esa chulería, esa macarrería, … . El chaval Jung Woo-sung lo intenta, pero se nota que todavía le faltan un par de petit suisses.


Sin embargo, tanto el malo como el raro, están que se salen, sobre todo este último. Y es que los gañanes siempre despertaron en mi gran simpatía.

Hay que reconocer que hubo dinero para esta peli. Contrataron a tres estrellas del cine surcoreano actual; pusieron a un director de moda y con mano sabía para rodar escenas de acción; realizaron un trabajo en exteriores a través del desierto de Manchuria excepcional,… . Si, es verdad!. Les podría haber quedado un autentico cagarro. Pero no es así, y esta vez el tener panoja permitió tener un salto de calidad en el resultado final.

Poco más quiero decir. Que la disfruté como un enano. Que no es para nada una frikada del tres al cuarto, sino una auténtica película de aventuras al uso. Y que ojalá los americanos aprendieran otra vez a hacer películas de este estilo como dios manda.


Nada más. A portarse bien. Sed buenos.

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