miércoles, 21 de septiembre de 2011

SOUL KITCHEN



El cine alemán no ha sido muy prolífico en comedia- seria (toma ya, pedazo de vocablo inventado!). Me refiero a comedias que se mueven más allá de la risa fácil, dibujando incluso trazos de drama social. Nos muestran la cruda y jodida realidad, pero arrancándonos siempre unas sonrisa de los labios.
En los últimos años, únicamente la reconocida y multipremiada Good Bye Lenin ha conseguido salir del ostracismo fílmico para darse a conocer al mundo entero. La filmina de la que hoy voy a hablar sigue un poco estos pasos, aunque con una temática y protagonistas totalmente distintos.
Soul Kitchen (2009) es una delicia de principio a fin. Tanto por la historia alrededor del mundo de los fogones, como por las interpretaciones de los actores. Pero sobre todo, hay que destacar la banda sonora de la película. Piezas de la mejor música negra de los años 70’s. Soul y comida. Buena combinación, no?.


Y como no, esta criatura solo podía haber nacido de la mente de uno de los más brillantes creadores europeos que existen en el panorama actual: Fatih Akin. Alemán de origen turco (sus padres emigraron a Hamburgo), se ha movido durante la última década  en dramas sociales, mostrándonos la cara más dura de la inmigración, los bajos fondos, y la problemática integración del pueblo turco en Alemania. Si quieren quedarse pegados al sofá, os ruego encarecidamente que veáis Contra la pared.  Fliparéis en colores.


En esta película, el señor Akin redunda en muchas de sus habituales señas de identidad. Nos encontramos con Zinos, joven alemán, hijo de emigrantes griegos, que regenta un desastroso restaurante llamado Soul Kitchen. La vida de Zinos está en un punto de declive total: su novia se ha largado a Shangai, una hernia discal le va a reventar, su hermano recién salido de la cárcel le como el coco para que le deje trabajar en su restaurante, y el nuevo cocinero que ha contratado está a punto de cargarse el negocio (“sois unos nazis del paladar!” , frase de la película sin duda jejeje).


Sin embargo, toda esta miseria nos es mostrada de una manera graciosa, hasta descacharrante. No puedes dejar de tener simpatía por todos los personajes de esta comedia coral. Jode bastante reírse de las desgracias ajenas, pero… no lo puedes evitar.
Toda la troupé del restaurante es genial, empezando por el pirado del cocinero, pasando por un viejo que vive en el mismo hangar que parece chanquete, hasta la camarera okupa. Por cierto; la señorita Anna Bederke pasa de inmediato a mi top five de sueños húmedos.  


Pero la película no se queda ahí. En una serie de gags bien construidos para deleite de la sala. Nos habla de mucho más. Nos habla que hay que luchar por los sueños que uno tiene;  de relaciones entre hermanos; de comida y música; y sobre todo de esa etapa de transición a lo que mucha gente llama “vida adulta”. El guión, sin ser ninguna obra maestra, es atrayente y no dejamos de interesarnos por la vida de estos malandrines ni un segundo.
Y como guinda del pastel, una banda sonora de ensueño. Soul, Blues, Ryhthm and Blues, incluso música griega folclórica se entremezcla con maestría durante todo el metraje. Nos mece de momentos trágicos a irrisorios. Nos muestra como los momentos buenos de la vida hay que vivirlos a tope, y como los momentos malos de la misma, no son en el fondo tan malos.


Y poco más que añadir. Se trata de un film que se deja ver muy bien (además, su duración es cuasi perfecta, unos 90 minutos) y que te deja un buen sabor de boca. Sin grandes expectativas, pero cumple su papel.
Ale. A portarse bien. Sed buenos.

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