miércoles, 8 de junio de 2011

UN HOMBRE SIN PASADO (MIES VAILLA MENNEISYYTTÄ)


Desde mi humilde punto de vista hay varios tipos de cine y directores. Por un lado, hay películas de género muy bien llevadas por directores solventes. Por otro lado hay directores geniales que se mueven por diversos géneros, regalándonos clásicos instantáneos (aquí pondría por ejemplo a Francis Ford Coppola, por ejemplo). Y por último, hay películas que son sus propios directores y viceversa. Es decir: cuando tú ves esa filmina, sabes al segundo quien ha sido su creador. Almodóvar, Allen, Lynch, Haneke,…, están dentro de este selecto grupo. Aki Kaurismäki también lo está.


Kaurismäki es el director finlandés más reconocido y respetado en todo el mundo. Su cine se centra en los mínimos. Historias pequeñas, con pocos personajes y poca conversación. Sin embargo, su pequeño mundo está repleto de drama y humor genial a partes iguales. Las miradas, las palabras claves en momentos precisos, los detalles sin aparente importancia,…, son manejados por Kaurismäki con completa maestría.
Nos introduce dentro de un mundo esperpéntico con muchísima facilidad, mostrándonos una realidad auténtica pero a la vez distorsionada, logrando arrancarnos una sonrisa en mitad de la mayor de las desgracias. Y es por ello por lo que me parece un auténtico genio.

Siempre pendiente del mundo de los más desfavorecidos, su cine bebe del humor surrealista de Buñuel y del antiguo cine mudo de Lang y Sjöström. Se mueve como pez en el agua entre el drama y la comedia. Y aunque ha salido a rodar fuera (París, Londres,…), le enamora poner siempre como telón de fondo esa Finlandia desconocida y cuasi fantasmal. Con sus luces especiales y sus gentes orgullosas de si mismas y de lo que son.

Un hombre sin pasado (2002) es una de las cumbres de su filmografía. Con ella consiguió ser nominado al Oscar en el año 2002. Pero no es eso lo que nos importa. Lo realmente destacable es que estamos ante uno de los mayores exponentes de todas sus características fílmicas, y ante una película como la copa de un pino.

La sinopsis de la película se resume de manera rápida. Un hombre, aparentemente abatido, llega a Helsinki en tren. Pero nada más aposentar su trasero en la capital, recibe una paliza de tres matones que le dejan para el arrastre, robándole además todas sus pertenencias.

De manera sorprendente, el hombre logra despertarse de un coma profundo y huye del hospital donde le habían llevado. Sin embargo, su vida acaba de dar un giro de 180º. El principal efecto de la hostiejas recibidas ha sido una pérdida absoluta de memoria, y el pobre muchacho no se acuerda ni como se llama.


Y es aquí donde empezamos a ver las bondades de la película. En vez de introducirnos en el facilísimo mundo del melodrama, Kaurismaki vira y nos deleita con una comedia ligera pero agradecida, con pinceladas dramáticas para saber siempre donde nos encontramos.

El hombre escoge esta oportunidad de reseteo cerebral para volver empezar: nuevos amigos, nueva casa (menudo chabolo de mierda que tiene el colega),y por qué no, la oportunidad de volver a conocer el amor. Y todo encaja!. Es verdad que hay momentos de auténtico absurdo durante el metraje, pero logran compenetrarse con la película de forma espectacular.

Para muestra un botón. Me descojoné cuando, en mitad de su barraca que es la definición de la miseria, el prota se coloca un jukebox para seguir escuchando su amado rock & roll. Es impensable poder imaginar esto cuando te están hablando del peor estrato social de Helsinki, pero en la imaginería de Kaurismaki todo puede pasar.


Todos los actores del filme están soberbios. Es verdad que tiene un regusto a película coral; cada uno de los pequeños engendros paridos de la mente de este finlandés nos cae simpáticos, aunque sepamos que son unos auténticos cabronazos (solo hay que ver al policía corrupto que le alquila el cubo al prota).

Sin embargo, no nos podemos dejar de deleitar con los principales personajes de la película, sobre todo con el afable amnésico. El señor Markku Peltola borda cada escena, ya sea dejando anonadado al personal con una sentencia concisa pero absoluta, como rellenando tiempo con silencios que valen más que mil discursos.


Y es que el cambio que experimenta el personaje debido a su falta de memoria es para pensarse mucho no querer olvidar todo lo que uno sabe. Apartados los prejuicios, uno puede entender que no todo es una mierda.

Por supuesto recordamos a nuestra fémina principal y auténtica musa de Kaurismäki: Kati Outinen. La verdad es que la pobre tiene una cara de caballo de no te menees, y su expresión de la felicidad es tan notoria como la que puede tener una mesa. Pero ella está enamorada, y es lo que importa.
Es muy gracioso ver la evolución de la relación entre ambos. El cine siempre nos ha dado una visión del flechazo muy “happy”. Pero esto aquí no se estila. Todo es muy serio, incluso a niveles que rayan el absurdo. Pero se palpa en el ambiente que entre ellos hay auténtico amor. Incluso para eso, la película es muy suomalainen.

La fotografía me pareció muy acertada. Y la demostración que un gran guión no conlleva conversaciones infinitas “madeinTarantino” se hace patente durante los casi 100 minutos de metraje.

Poco más puedo añadir. Que seguirá viendo las filminas de esto señor (se rumorea que la película que presentó este año en Cannes fue espectacular), ya que su cine de autor me gusta y me llena. Y ante esto, nada se puede hacer.

Una última pregunta. Supongo que casi nadie la ha visto ya, pero si os animáis a verla o lo habéis hecho…¿Nos os parece un homenaje a Star Wars cuando al principio, después de la paliza, le colocan la máscara de soldador?. Yo me raye un cojón.

Ale. A portarse bien. Sed buenos.

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