¡Y otra vez en la rueda!. Espero
que mi siguiente parón por falta de ganas no termine convirtiéndose en otro año
sabático, tocándome los huevos sin meter ni una mísera entrada.
Tengo infinidad de ponzoña que
contar, pero esta vez me deleitaré con una filmina buena de cojones, que además
está repleta de amigos conocidos. Los años no han pasado en balde para nadie, y
menos para esta panda de rufianes.
El rey de Nueva York
(1990) podría ser la típica película de mafia y drogas en la gran manzana, si
su director Abel Ferrara no fuera
tan burro. Y eso es lo que me encanta. El muy cabrón no se corta un pelo en
cuanto a violencia explícita se trata. Si tengo que reventarle los sesos a un
impresentable chino…pues lo hago, y punto. Para que nos vamos a andar con florituras.
Y esta máxima se traslada a casi toda su filmografía. Peliculones como Teniente
corrupto o The addiction dan buena cuenta de ello.
Metámonos en harina. Frank White es un jefe de la droga que
sale de chirona una vez cumplida su sentencia. ¿Creéis que ha leído la Biblia y
se ha reformado?. ¡Y una mierda!. Vuelve con más mala hostia que nunca,
dispuesto a ventilarse a cualquier listillo que piense que puede calentarle el asiento
durante su ausencia. Empieza a cargarse a todos los competidores para ser el
amo del cotarro con sus brothers de Harlem.
Coño, diréis. Esta historia es
más vieja que mear en una pared. Si, es cierto. Pero si el cabronías tiene el
jeto de Christopher Walken ya te
acojona más. Y si sus compinches son los negros más chungos del barrio, apaga y
vamonos. El mancebo tiene la sartén por el mango.
El señor Walken se casca aquí un papelón acojonante. Mención especial a su
cara de cera, inmutable durante toda la película, ya sea matando o ya se la
estén chupando. Pero no destacamos solo eso. Logra darle profundidad humana al
personaje. A pesar de ser un paranoico, su causa es justa. Logra que pienses
que todo lo que hace y por qué lo hace es lo justo. Y entonces empatizas con
él, aunque se cargue a toda una troupe de sudamericanos. Algo habrían hecho.
Y a partir de ahora es cuando
empiezan las auténticas guest stars. Con
el número uno, nuestro coleguilla Laurence
“Morfeo” Fishburne, con más oro en
el cuello que Fort Knox, una piñata a lo Tiburón de James Bond, y muy mala virgen. Macarrismo a raudales y jerga de
negros que no lo entiende ni dios. Oro blanco.
Pero eso no es lo mejor. Ahora
presentamos a los dos policías sin escrúpulos, que son canela en rama. David Caruso
(ese Oratio…yeahhhhhhh) y…Wesley
Snipes!!!!!!. Holly fucking shit!!!. El tío ha hecho un papel medio
serio en su vida. Increible ble.
Esta parejita intentará hacer la
vida imposible al amiguete, llegando incluso a recurrir a métodos poco
ortodoxos para ello.
Obviamos claramente la cantidad
de féminas que aparecen en pantalla, enseñando un poco de cachete, y con
peinados made in Armas de mujer. Cuanto daño hicieron los 80, madre mía.
Con todos estos ingredientes, más
alguna que otra sorpresa de cómo viste la gente en Harlem, estamos preparados
para disfrutar como gorrinos en una charca. Persecuciones, disparos a
quemarropa, puñaladas traperas, venganzas toledanas, drogaina a tuti, algún
escarceo amoroso,… y mucho más se concentran en una hora y cuarenta minutos. Os
prometo que no se hace largo para nada.
Aquí os lo dejo, caballeretes. Disfrutar del film tanto como
lo he disfrutado yo. No os esperéis la panacea pero es bastante interesante.
Aleeeeee. Portarse bien. Sed buenos.
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